Hoy quiero hablarte de algo que muchas veces se pasa por alto: la meditación.
Esa práctica tan simple — sentarte, respirar, volver a ti — que en realidad puede cambiarlo todo.
Y sí, también cuando hablamos de salud, incluso de temas tan delicados como el cáncer.
Durante mucho tiempo pensé que la meditación era algo “suave”, “espiritual” o “complementario”.
Pero con los años, la experiencia y la lectura, entendí que es una herramienta poderosísima para sostener el cuerpo, la mente y el alma en cualquier proceso.
Hay estudios científicos que ya lo avalan:
🪷 Un estudio publicado en BMC Cancer muestra que la meditación mejora la calidad de vida, la función emocional y cognitiva de personas con cáncer.
🪷 Otra investigación en PubMed comprobó que en mujeres con cáncer de mama, la meditación redujo el estrés, la fatiga y reguló niveles de cortisol.
🪷 Y un análisis bibliométrico reciente muestra que cada vez hay más interés científico en este tema.
Entonces… ¿por qué no se habla más de esto?
Porque a veces, lo que de verdad empodera al ser humano, no interesa tanto “arriba”.
Y eso, sinceramente, me mueve.
Porque yo también fui escéptica.
Me costaba creer que quedarme quieta unos minutos pudiera traer tanta claridad o alivio.
Hasta que un día lo necesité de verdad.
Y ahí entendí: la meditación no te salva del dolor, pero te enseña a transitarlo con amor.
A reconectar con tu fuerza interna cuando el cuerpo o la vida se tambalean.
Por eso, si estás en un momento de cambio, de búsqueda o simplemente quieres cuidarte más profundamente,
recuerda: la respiración es medicina.
Tu mente, tu energía y tus células lo saben.
Y si quieres, puedo enviarte mañana una meditación especial para reconectar contigo en esos días en que el cuerpo o el corazón están cansados.
¿Te gustaría?
Con todo mi amor,
Irene
@ireneonaste

