Llegué a Paris, abrí la puerta y sentí que me quería ir. El apartamento era bonito pero una sensación de no sontén hacía que no me encontrase bien. Estaba cansada de estar en constante pelea con todo, pelea con los idiomas, pelea con el sistema que no conocía, pelea con la sociedad, pelea con el carácter de algunas personas, pelea con mi ex-entrenador de Muay Thai…. eran un cúmulo de tantas cosas, que al abrir la puerta lo tuve claro. Se había marcado el final de una etapa.

Eran las 20:00 cuando llegué y como me comprometí conmigo mismo que haría, me puse manos a la obra. Llamé a la propietaria del apartamento y le comenté que no me quedaría mucho tiempo más. Le llamé para pedirle tiempo para hacer la mudanza, ya que como todavía estábamos con las restricciones de COVID no tenía claro si podía regresar a España o cómo haría la mudanza. En la misma llamada me preguntó: ¿y ahora te vas? ¿has hecho las pequeñas reformas que querías? Apenada le conté que sí, había instalado paneles japoneses preciosos, comprado una alfombra turquesa a juego con un sillón super moderno y un sofá-cama nuevo muy bonito. Ella me dijo: está bien Irene, mándame fotos y si me gusta, no hace falta que vendas nada de segunda mano, yo te compro todo (🤯 otra vez esa facilidad en el camino).

Al día siguiente cuando me desperté, le mandé fotos y videos del apartamento y me compró todo al precio que yo recién había pagado por ello. Todo se estaba dando, fácil y con una rapidez que no me permitía pensar, tan sólo accionaba y disfrutaba de toda la magia que se estaba dando. Cuando me hizo la transferencia, le comenté que pondría todas mis cosas en el trastero y que le seguiría pagando un alquiler por el trastero hasta que pudiera volver a Paris con el coche y recoger todos mis cuadros, ropa y mis pertenencias personales. Había pensado que me quedaría en un hotel cercano y así ella podría de nuevo alquilar el apartamento. La dueña me dijo: ¡de eso nada! No hace falta que me pagues nada más, has sido muy buena inquilina y encima me dejas un apartamento precioso, cuando vengas, te quedas ahí en tu apartamento y punto.

Colgué la llamada y miré vuelos, para ver cuál era el más conveniente en los próximos días para volver a Madrid y comenzar a preparar el ascenso con mi padre en coche y así poder recoger los cuadros que era lo único que no confiaba en enviarlo por paquetería. Al ver los vuelos, había uno en 3 días 😅 lo cogí. Hice todas las cajas en 2 y el último día me despedí de algunos amigos. Algunos no aparecieron, ni siquiera contestaron al mensaje o llamadas; reconfirmándome que era lo que tenía que hacer.

¿Quieres saber la VUELTA A PARIS? Una historia que tanto mi padre como yo, recordaremos de por vida.