Con todos los cambios que comenzaron a ocurrir fuera, comencé a sentir cambios dentro de mi. No tenía la misma pasión al ir a trabajar. Disfrutaba mucho estando con mis alumnos, pero en cuanto desaparecían, me sentía perdida. La desilusión y la duda comenzó a apoderarse de mi. Sentía que lo que había soñado tanto y lo estaba experimentando alguien me lo había quitado. Comencé a abrirme a la posibilidad de tener que mudarme, no quería que ese sentimiento creciera dentro de mi.
Estaba contratada de año en año y recuerdo que salieron las plazas para el año siguiente. Normalmente, las personas que estábamos, volvíamos ha hacer la entrevista de trabajo para clarificar los puntos y volvíamos a estar en plantilla al año siguiente. Ese año, con la nueva dirección además de tener la entrevista, teníamos que hacer una carta de motivación. ¿Qué iba a poner yo cuando ni siquiera estaba motivada? No quería mentir y no me sentía con energía de decir nada. Una compañera del colegio me dijo que no podía tirar la toalla, que me ayudaría a darle la vuelta durante el próximo año escolar, que mi sitio estaba allí y que ella me ayudaría a ver la luz y la motivación. Escribimos juntas la carta de motivación, realicé la entrevista y la respuesta que recibí fue: No estarás en plantilla para el año que viene, hay otras personas mejor cualificadas que tú.
WHAT?!!?! Me quedé bloqueada, no pude expresar palabra, ni emoción en ese momento. Me levanté cuando pude y minutos después rompí a llorar. A pesar de que no me sentía motivada, yendo a trabajar, reconozco lo válida que soy y todo lo que doy a cada minuto con mis alumnos. Sentí que esa no fue una respuesta sincera y me dolió. Un ciclo que cerraba y ante mi parecía que todo se derrumbaba. Cómo iba a seguir sosteniendo mi alquiler, mi vida… no tenía plan B.
En ese momento, apareció un ángel, una compañera que a través de su mirada, su sonrisa, su aliento, sus palabras, su energía. Me lo dijo todo: IRENE TE HAN HECHO UN REGALO. 😳
Te sigo contando pronto…