En cuestión de dos meses todo se vendió. Me encontraba en los últimos días yendo a un café para poder tener luz y si no encendía unas velas. Conseguí vender hasta las lámparas. Me sentía muy agradecía porque lo veía como una gran señal de reconfirmación que ese era mi camino. Lo único que me hubiera gustado vender también era la cama, pensé el último día. Estaba en muy buen estado y el propietario me avisó de que lo que se quedase en la casa iría a la basura, pues quería el apartamento vacío. Era una pena que nadie lo pudiera utilizar.
Ese día fui al colegio en el que trabajaba, como todos los días. Era mi último día en la escuela y había preparado una sorpresita para algunos de mis compañeros y los chicos. Estando en el colegio me llega un mensaje:
– Irene, ¿aún tienes disponible la cama que vendes?
No me lo podía creer, por mucho que yo quería vender la cama, la cama no se podía vender antes. Yo la necesitaba para dormir y una vez más, el Universo había creado el plan más perfecto que mi mente. Ese día al terminar el colegio, quedé con la persona y se llevó la cama super agradecida.
Miré a mi alrededor, me despedí de ese hogar tan maravilloso que había sido por varios años y cerré la puerta; abriendo mi corazón a recibir todo lo nuevo.
Me dirigí a la estación y ahí estaba. DIRECCIÓN: PARIS.
Mi sueño de vivir en París se había hecho realidad. Entre toda la ilusión que estaba sintiendo mientras esperaba al tren de pie en el andén, algunos pensamientos me invadieron. No tienes trabajo, no sabes francés, no conoces a nadie que te pueda apoyar con ello, ¿estás segura de lo que has hecho? ¿te arrepientes? No vas a poder. Esto es un error. Inspiré profundo, vi como el tren se aproximaba. Sentía como mis piernas temblaban, pero saqué una fuerza de mi interior que me dijo, avanza y CONFÍA.